jueves, 19 de junio de 2008

Se acabó


Se acabó, prueba superada!! Esa es la primera frase que se me ha venido esta mañana a la cabeza, sabiendo que mañana termina el curso y que cada día poner a mis hijos “en marcha” es el primer reto y la primera ilusión de quienes tenemos la responsabilidad cotidiana de echar a andar su pequeño mundo, que en realidad es el nuestro. Entre el vamos levántate, venga a desayunar, el date prisa y el no olvides el chándal; o el qué traes de tarea y el bueno a ver si me acuerdo cómo se hacía esto… se nos pasan los días, los trimestres, los cursos.
Si para nuestros hijos su meta es aprobar y en ello se les va la energía, las mamás y los papás que les acompañamos en esa aventura nuevemesina que supone cada curso, volvemos a revivir inquietudes y angustias, de forma que cada aprobado, cada positivo alto y no digamos cada sobresaliente es celebrado como si de un éxito propio se tratara, y cada suspenso vivido con igual sensación de fracaso. Así de esta forma se van desgranando los días de cada curso, compartiendo desvelos, acompañándoles en sus tareas, volviendo a repasarnos como estudiantes, reaprendiendo.
Si nuestra niñez y adolescencia la recordamos por nuestros compañeros y compañeras, por si tuvimos a tal o cual profe o a aquella seño que nos hacía la vida imposible, por aquella asignatura que se nos atravesaba, o aquel examen en el que nos cogieron con la chuleta, ahora como personas adultas nos damos cuenta de que aquellos fueron nuestros mejores días. El acompañar a nuestros hijos en su periplo escolar nos evoca con nostalgia nuestros días de recreo y bocadillo de tulipán.
El broche final, el premio compartido, lo pone la fiesta de fin de curso, cuando les vemos bailar o recitar, cantar… se nos cae la baba y dos lagrimones.
Este artículo va dedicado a todas aquellas mamás y papás que son capaces de desaprender como adultos lo que sus hijos e hijas les hacen aprender de nuevo, a los que no, en fin ellos se lo pierden.
Toñi Asencio

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