Desgarradora las imágenes, desgarrador el relato, más desgarradora aún la realidad. No puedo ni imaginar el dolor de una madre al ver morir a su bebé de frío, hambre, deshidratación… y tener que tirarlo por la borda. Es una locura. Siento una terrible impotencia, ganas de gritar ¡BASTA!
Lo más fácil es apagar la televisión, apagar la radio, no leer la prensa… la realidad siempre estará ahí.
Nuestros mares y playas, las aguas del estrecho, del mediterráneo, convertidas en una gran fosa común se traga cada año decenas de inmigrantes que intentan llegar a nuestras costas, que intentan desesperadamente huir de la miseria, del hambre, de las guerras… a veces el mar nos vomita cadáveres para llamar a nuestras acomodadas conciencias. Cadáveres anónimos, casi clandestinos, imposibles de identificar. Hombres, mujeres, niños, bebés.
Algo tenemos que hacer, pero qué? Los políticos legislan y regulan lo que se ha llamado “el fenómeno de la inmigración”, deciden cómo y de qué manera repatriarlos, aprueban cómo retenerlos en centros durante meses, todo en vano porque si difícil es ponerle puertas al campo, más difícil es ponerle barreras al mar.
A pesar de todo hay que seguir en el intento, luchar contra las mafias que explotan, engañan y se aprovechan de la desesperación de estas criaturas, apostar por el desarrollo de sus propios países.
Son hombres, mujeres y niños. Renuncian a su tierra, a su gente, a su familia y a veces hasta a su identidad, todo por no ser devueltos al infierno de donde proceden, todo por alcanzar el paraíso que piensan encontrar cuando llegan a nuestras playas, aunque luego la realidad les devuelva a modo de bofetada que nada es como pensaron.
Desde Tarifa, Conil, los Caños, el Palmar…vemos Afríca en días claros, desde allí ellos ven un sueño. Tanto que decimos que el estrecho es puente de cultura y queremos convertirlo en barrera infranqueable. En el mundo de la globalización permitimos el libre tránsito de mercancías, de dinero, de armas, pero no el libre tránsito de las personas.
Nosotros somos hijos de emigrantes, no podemos olvidar tan pronto. Más allá de las leyes que regulan la inmigración está nuestra acogida, más importante que los papeles es nuestra bienvenida, más definitiva que la regulación es nuestra solidaridad.
Podremos negarles los papeles, la residencia y la ciudadanía, podremos negarles el trabajo y una vivienda, pero no podemos negarles el derecho a la esperanza.
Toñi Asencio
viernes, 11 de julio de 2008
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1 comentario:
menos mal, una voz que defiende a los debiles...¡¡¡¡¡¡¡
BASTA YA¡¡¡¡
Esto es tremendo¡¡¡¡
Vosotros que ejerceis como periodistas denunciar estas cosas, a lo mejor se dan cuenta que hay mafias que les engañan y tambien las conciencias de los politicos puede cambiar, SON PERSONAS A LAS QUE LES VENDEMOS LOS MARAVILLOSO QUE ES ESTO.
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